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La Paloma (cuento de Aldo Luis Díaz)

Al caer la tarde, el pequeño barco  “CORINA”, se acerca al puerto de la ciudad costera con sus bodegas llenas de pescado, la quilla de la vieja embarcación, surca alegremente las aguas de la bahía, como todos los días, los tres tripulantes regresan contentos por su cosecha, pero cansados, el maquinista labora de continuo para mantener el rendimiento de sus motores, el tripulante de cubierta, que durante la pesca, es quien lleva el peso de las tareas mas duras, duerme sobre un montón de redes y rollos de cuerda, mecido por el balanceo suave de la nave y Luis, su capitán y dueño, timonea cantando  canciones aprendidas en el mar, de hombres con  razas, religiones y culturas diversas, respira con placer el aire marino mezclado con el inconfundible aroma de los pinares cercanos. Esa es su vida y ese Patacho oloroso, su hogar y su mundo, lo  compró semidestruido, con la indemnización por un accidente sufrido  cuando hacia viajes de ultramar embarcado en un buque griego, desde entonces su vida fue consagrada al “CORINA” nombre extraído de una historieta que se publicaba antiguamente cuando él era niño y soñaba con las hazañas del Capitán Langostino.

                        Luis ama los pájaros  marinos y terrestres, se solaza con su contemplación, las gaviotas se sienten protegidas a bordo del “Corina”  y cuando  cierran las bodegas, se posan gritando en la cubierta para disputarse los restos de pescadilla que en ella se depositan cuando las redes se abren para liberar su carga , no es sino cuando ellas levantan vuelo con su hambre saciada,  que permite que el tripulante de cubierta la limpie con potentes chorros de agua que se bombea del mar. 

                         Aquella tarde, una visitante inesperada llamó su atención, una paloma mensajera exhausta y hambrienta se poso sobre el castillo de proa muy cerca de la timonera y tímidamente bajo a la cubierta de madera donde Luis pone abundante maíz para que cuando llegue a puerto, el barco sea abordado por sus pajaros amigos, la paloma comienza a comer  el sabroso alimento , mirando alerta los movimientos del timonel que admira la belleza de su  atornasolado plumaje,  al ver que no era molestada continuó el picoteo de los granos, Luis, advierte que la paloma tiene un anillo de color azul en una patita y en la otra uno de aluminio, estaba en esa contemplación , cuando entraron a la rada y atracan al desvencijado muelle, la hermosa paloma levanta vuelo, da una vuelta en torno a la nave se oriente y se encamina hacia la ciudad. Como todos los días,  el viejo guinche con sus chirriantes rondanas, descarga el preciado fruto del mar, transfiriéndolo a los camiones del acuario que compra casi toda su producción para alimento de sus huéspedes, En poco tiempo las bodegas quedan vacías y el barco preparado para zarpar con la marea al día siguiente.

                      Los tripulante se han retirado a sus casas en el pueblo, Luis queda solo en el barco, ese es su mundo, allí depositó sus energías y allí transcurre su rutinaria y ordenada vida, se baña y cruza la costanera rumbo al restaurante donde entrega pescado a cambio de su sustento en tierra, tiene su mesa particular y es parte del entorno,  cena y se va a dormir consciente de que con la marea de la mañana, deberá zarpar para agregar un eslabón mas a  la larga cadena  que da forma a su porvenir, le encanta esa manera de vivir. Tiene cuarenta y tres años, es atlético y bien parecido. Rara vez, visita los cabarets del puerto, buscando el amor de fantasía que proveen las meretrices y  luego,  regresa borracho al “CORINA”, se da un chapuzón en las cristalinas aguas de la bahía para despabilase, luego, sentado en la timonera, toma mate mientras se calientan los motores para que,  cuando llegue el resto de la tripulación hacerse a la mar con la marea buena,

                 En un estante del puente, tiene un tarro con semillas para los pajaritos carentes de costumbres marinas, ellos,  con las primeras luces del día, abordan la nave y se amontonan disputándose los granos que Luis deposita en la cubierta, la música de sus trinos le llena el alma, comen y levantan vuelo, al llegar sus compañeros,  sueltan amarras y zarpan, el barquito bailotea alegremente sobre el encrespado oleaje de la bahía y los hombres que lo manejan son felices.

                  Siempre a la misma hora, como todos los días, al izar las redes repletas de peces, cientos de gaviotas sobrevuelan el “CORINA” esperando que las trampas, dejen caer su diario alimento, bajo su peso, el guinche gime al subir la carga, mientras el barco se bambolea al influjo del oleaje. Llenas las bodegas, emprenden el regreso, con la ciudad a la vista, Luis canta sus canciones aprendidas en lejanas latitudes, a la misma altura y a la misma hora que el día anterior, la bella paloma se posa mansamente sobre la cubierta, buscando los granos que encontró antes. Luis la había visto volar en círculos a baja altura sobre el “Corina”, pero al ver sus dilaciones creyó que no bajaría esta vez y perdió interés en ella, al verla caminando por cubierta, tomó el tarro y esparció unos granos en la cubierta, fijó el timón y salió arrojándole unos granos mas, la paloma los acepta y espera mas, la alimenta de a poco para que tome confianza , ella, se entrega al juego, ya sin atisbo de desconfianza, se pone al alcance de su mano donde pone unos granos y se le acerca, ella picotea alegremente hasta terminar y busca mas.              
               Luis la toma suavemente y la acaricia, siente su corazón latir descontroladamente y temiendo un colapso la suelta, ella se sube a su rodilla haciendo reverentes movimientos con su esbelto cuello le exige mas alimento, ya son amigos, ella busca su mano, Luis la toma nuevamente y lee sus anillos
El azul tiene un nro de teléfono local  y el de aluminio tiene una inscripción de la Asociación Colombófila Argentina y un nro de serie, le da un puñado de maíz y la deja comiendo, pues debe retomar el control del barco para entrar a la rada  y descargar la pesca. La paloma remonta vuelo, siempre una ronda y rumbea hacia el pueblo, atracan y comienza la tarea siguiendo la diaria rutina, se despide de sus compañeros y como si fuera una razón de vida, copia al detalle los movimientos tan familiares, da de comer a los pájaros que lo esperan en los árboles cercanos,  se higieniza, escucha un poco de música, toma su aperitivo y cruza la calle costera rumbo al restaurante donde debe cenar, en el local, siempre las mismos clientes, cena, charla con algunos conocidos y se retira saludando a todos, al salir, casi es derribado por dos niñas que entran al comedor como un torbellino precediendo a su madre, una señora rubia de mirada azulada y punzante, bronceada por muchas horas de sol que al ver, que Luis casi pierde la vertical por la irrupción de sus hijas, las amonesta y pide disculpas por ellas, Luis sale de allí, cegado por la increíble intensidad de esa mirada se encamina sin pensar hacia el cabaret cercano cosa que no estaba en sus planes esa noche, de repente sintió la necesidad de paliar la soledad que se le vino encima tras ese fugaz e inesperado encuentro, bebió mucho sin poder sacar de su mente la imagen de la mujer que lo había mirado durante unos segundos en la fonda. Quiso aturdirse bebiendo pero no pudo, regreso al barco, se zambullo como de costumbre en las frías aguas de la bahía ya despuntaba el amanecer, se sirvió unos mates y espero con el tarro de semillas a mano, la llegada puntual de sus bulliciosos amigos para alimentarlos, la marea comenzaba a subir, no tardarían en llegar sus compañeros para regresar al mar y repetir los procedimientos diarios.  A la tarde, ya con las bodegas rebosantes navegaban rumbo al puerto, cuando al alcanzar el mismo punto que en anteriores días,  advierte que la paloma revolotea sobra la nave y sin dudar se posa sobre la ventanilla de la timonera, justo al lado de Luis, quien había dejado el tarrito sobre el libro de bitácora, especie de diario del barco, donde se anotan todas las maniobras y procedimientos en las embarcaciones,  la paloma se había hecho dueña del “CORINA” caminaba descaradamente sobre el pequeño mueble del puente mirando fijamente a Luis y esperando que este la alimente como ya era costumbre, tenia adosado al anillo azul de su patita, un pequeño envoltorio de papel
Con un mensaje que con letra pequeña y fácilmente legible, decía “por favor, la persona que encuentre este mensaje, favor comunicarse a este nro de teléfono” y repetía el que la paloma tenia impreso en el anillo de su pata. Lleno de curiosidad, siguió la rutina diaria, la alimentó, enfilo al puerto, descargaron la pesca, si higienizó y se dirigió presuroso hacia el restaurante que ya estaba llenándose de gente, pidió el teléfono y marcó el número del mensaje. La voz de una niña lo atendió y preguntó quien hablaba, Luis turbado, le dijo:
--hablo por la paloma – no se le ocurrió otra cosa mas ingeniosa. La niña a los gritos,  llamó a su madre.
--Mama, te llaman por la paloma –
--Hola, gracias por llamar, con quien tengo el gusto.......? –parecía ansiosa de inmediato agregó.
--Esa paloma ha cambiado de hábitos desde hace unos días, puede decirme como la contactó? – Luis de otro lado de la linea pensó para si que hubiera sido mejor que se hubiese sentado a la mesa para cenar, pero ya estaba en medio del problema y respondió.
--Buenas noches señora, ¿como no?, soy un pescador de altura y su paloma se posó en mi barco, muy cansada y hambrienta a pocas millas de la costa navegó con nosotros hasta el puerto
y como yo tengo un cariño especial por lo pájaros
siempre llevo alimento en mi timonera, así fue que la alimente y se hizo amiga mía, desde ese día, a la misma hora aborda mi nave y me acompaña hasta el puerto, esta tarde recibí un mensaje suyo y aquí estoy –la larga explicación del pescador, dejo helada a la interlocutora, quien dijo:
--perdone mi mala educación, ni me presenté, soy la dueña de esa paloma a la que estoy entrenando para una carrera, tengo sumo interés en conocer los pormenores, ¿donde podría encontrarlo? ¿Ud es de esta ciudad? – su pregunta sonaba como una súplica
--Si -- dijo Luis --vivo en el puerto --
--¿Cómo puedo contactarlo ahora, si no le es incómodo? –
--Mire señora, yo de día estoy en el mar, ahora estoy en el restaurante del puerto, se llama     
“El Pulpo” estaré dos horas aquí – dijo con fastidio, no le gustaba que la gente se metiera en sus cosas del trabajo, pero confiando en que la mujer no aparecería por allí a esa hora le agrego:
--pregunte por el capitán del “Corina” – dicho lo cual, colgó y fue a su mesa.

            El restaurant es un bello lugar, decorado con motivos marinos que en temporada turística es la cita obligada de los visitantes, ahora lo disfrutan las gentes del pueblo, pues sus dueños al recibir del “Corina” la mercadería diariamente, recién salida del mar, no tienen competencia en precio y calidad entre los vecinos
Por lo cual encontrar una mesa es difícil, pero Luis, tiene asignada la mejor, junto a la ventana
Desde la cual puede ver su barco iluminado por las luces del acuario, gran parte de la decoración
Del local, se debe a especimenes raros que a veces se encuentran atrapados en las redes y Luis le regala al propietario del que se ha hecho amigo y que tiene como entretenimiento la taxidermia, por lo cual, este tiene una colección digna de un museo que atrae a grandes y chicos, estaba en la contemplación de esas especies, cuado como un torbellino, irrumpieron las dos niñas rubias que días antes, lo habían atropellado
Seguidas por su bella madre que tanta inquietud
Causara en el animo del solitario pescador, fue directo a la caja y preguntó algo al dueño, quien miro la mesa donde estaba el marino y señaló hacia él. La mujer al ver de quien se trataba pareció turbarse, pero, se acercó a la mesa y lo saludó.
--buenas noches – dijo
--buenas noches – contestó Luis, parándose y ofreciéndole una silla, el gesto le pareció demasiado afectado para un  rudo marino pero lo había realizado con tal naturalidad, que derritió el hielo del fortuito reencuentro.
--no se como disculparme por la torpeza de mis hijas la otra noche y que coincidencias encadenadas. Señor...........—y dejó en suspenso la frase esperando que Luis se presentara como éste no lo hiciera prosiguió. – me llamo Corina como su barco—dijo extendiendo la mano en un saludo, Luis la tomó y se presentó.
--Luis Latorre, encantado, es cierto que es una enorme coincidencia que su nombre sea el de mi barco, pero el tiene mas años que usted y no es tan bello – agregó entre risas, se sentía libre de los temores propios de un tímido, como se reconocía, ante la fuerte personalidad que se adivinaba en la linda señora, quizá la copa de vino que había bebido, lo hacía mas locuaz y continuó.
--esas lindas rubias casi me hacen caer la otra noche, ustedes no parecen ser de aquí, ¿no? –dijo
señalando las niñas, mas que nada  para no perder la iniciativa en la conversación recién iniciada.
--Yo no,  pero ellas han nacido aquí, yo nací en la capital, pero vine a pasar una temporada de verano y nunca mas me fui, espero morir acá – su acento no dejaba dudas de que había encontrado su lugar en el mundo.
--Cuénteme por que se le dio por las palomas y yo le contaré, como fue mi encuentro con la homónima de mi barco -- Mintió a sabiendas que eso jugaría a su favor en el juego que quería iniciar con esa encantadora interlocutora.
--¿Homónima? – inquirió ella y seguidamente prosiguió
--¿A quien se refiere a mi paloma o a mi? ¡¡No me diga que bautizó la paloma con mi nombre!! – y su risa sonó estentórea en el salón, haciendo recaer en ellos la atención de los presentes, las niñas que estaban jugando ajenas a ellos fueron con su madre y los miraban con curiosidad, en especial a Luis, que había realizado el milagro de hacer reír a su adusta madre y replico.
--Ese bautismo hasta ahora, no tenia nada que ver con usted, es solo una coincidencia como lo dijo  hace un rato, una agradable coincidencia – afirmó y se asombró de su aplomo, no sabiendo como continuar, la invitó a cenar con el esa noche, junto a sus hijas, ella quiso negarse pero la insistencia del marino la hizo desistir.
--Que le parece si ordenamos; aquí cocinan a pedido así que tardarán un poco.
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-Parte dos-




--Bueno, comenzaré por explicarte como nace en mí, la afición por la Colombofilia, hace mucho tiempo, cuando mi marido enfermó y murió, me quede sola con las nenas
y una posición económica sin sobresaltos, teníamos y tenemos aún, un balneario aquí en estas playas, una tarde que estábamos preparando los locales y demás enseres para el inicio de la temporada, una paloma  llegó cansadísima y hambrienta  y se posó sobre una mesa donde las nenas, que eran chiquitas, estaban comiendo alfajores, se notaba que era mansita porque Marcela la agarró de una alita
y al soltarla, ella se quedo picoteando las migas de la mesa, cuando me acerqué, la palomita me miraba como pidiendo mas, ahí fue, como me di cuenta que tenía dos anillos  en las patitas, la revisé para ver si estaba lastimada y le di de comer  mas migas de pan. Cuando llego la noche dejamos allí la paloma y nos fuimos a casa las tres, Josefina, la otra gemela, comenzó a llorar porque la dejamos allí, así que tuve que regresar para recogerla, en casa más tranquila, vi que en la patita tenía un número de teléfono, al que llame de inmediato –                                          

                        Ella parecía no tener intenciones de parar de hablar, Luis la había escuchado sin interrumpirla lleno de asombro por la similitud de ese acontecimiento con el protagonizado hacía unos días en el barco, en realidad, por la similitud de todo lo vivido desde el arribo de la paloma al “Corina” y le pidió que prosiga.

--Como te decía, llamé de inmediato al número del anillo, era una familia  de Monte Hermoso que practicaba la colombofilia desde hacia muchos años y tenia un gran palomar, en una competencia la palomita se extravió y llegó a estas costas. Al otro día,  la pusimos  en una cajita llena de agujeros y recorrimos los quinientos kilómetros hasta su hogar, nos recibieron con mucha deferencia, y no podían creer que se hubieran reunido con su paloma de esta manera, me preguntaron si me debían algo por el costo de la nafta, les tuve que mentir diciendo que teníamos un plan de visitas a esos lugares para copiar ideas nuevas e incorporarlas a nuestro negocio del balneario, entonces  se dio otra coincidencia  demostrativa  de que Dios, tiene un plan para cada uno de nosotros, ellos eran los dueños del balneario mas grande de allí. Me mostraron todo y nos obligaron a quedarnos en su hermosa casa, nos obsequiaron y al otro día, regresamos a este lugar llenas de amor por las palomas y seis casales de pichones de primera para comenzar nuestra carrera colombófila, que desde entonces no he abandonado y me he ganado un lugar en las competencias y como criadora. ¿Te basta con esta somera explicación? —Luis la miraba con admiración, la determinación de esa mujer lo tenía maravillado, ávido de conocer mas sobre ella, le preguntó.

--¿Vos atendes personalmente el balneario? – ella le contestó
--Bueno, solo la caja y la parte administrativa, tengo personal para ello, no me quejo, vivo bien y cuando quiero salir  no tengo problemas porque las tres somos muy compañeras, a las niñas les gustan las mismas cosas que a mí, así que conflictos generacionales, no hay – Al finalizar la larga perorata, ella se dio cuenta de lo avanzado de la hora. Y dijo a Luis que le había consumido mucho de su tiempo de descanso.

--No te preocupes, me ha gustado charlar con vos, además me falta contarte los detalles de mi encuentro con tu paloma – y seguidamente relató pormenorizada mente los detalles de arribo de la mensajera a su barco y las sucesivas visitas posteriores.  Al rato, las nenas le pidieron a su madre ir  a casa, Luis las acompaño hasta el automóvil, instaladas en él, Corina le dijo a  Luis que le encantaría embarcarse si fuera posible para ver “in situ” el arribo de la paloma al barco.

--Estas invitada cuando quieras bajo promesa de no marearte, pero estas niñas, no pueden viajar,  así que deberían quedarse en tierra, todos los días entre las 0745 y las 0800, zarpamos – dijo Luis tratando de ser lo mas cortes posible, Corina y sus hijas partieron y se quedo solo en el playón del puerto. Esa noche, no tuvo necesidad del amor de cotillón de las mujeres del cabaret y se fue a dormir.
                   
                       Al amanecer, despertó de muy buen humor, como todas las mañanas, diseminó las semillas en cubierta y mate en mano se dispuso a esperar a sus hambrientos amigos que ya estaban haciendo oír sus trinos desde la arboleda cercana, puso los motores en marcha, verifico el funcionamiento del GPS  y la Radio y se dirigía a la proa para matear esperando que llegaran Miguel y Maxi, cuando portando una coqueta canastita, subía sonriente la invitada de la noche anterior, Luis lejos de disgustarse, la ayudó a subir, y le dijo.

--Bienvenida al “Corina”, Corina – Y no pudo evitar una sonrisa ante su infantil juego de palabras. Ella lo miró con simpatía, parecía que entre ambos, existía una relación que trascendía el tiempo. Estaba vestida con  un gastado vaquero que había conocido épocas mejores y una escueta musculosa roja que disipaba todas las dudas acerca de la belleza de su figura. De inmediato ella se adueñó de la butaca  del Capitán y comenzó la rutina del mate, le dio el primero a Luis, este para salir de su incomoda situación ante la inminente llegada de sus amigos y las consiguientes cargadas le dijo, perdida por lejos la seguridad y el aplomo demostrado la noche de la víspera.

--Este es el mate de los sonsos – la miraba sonriente, ella replico.

--Siempre creí que más sonso es aquel que lo desprecia – Dicho lo cual, le alcanzó la canastita de los biscochos el aceptó uno y lo comió despaciosamente, estaban en eso, cuando se desbandaron los pájaros que estaban comiendo en cubierta ante la llegada de los demás, en pocos minutos el “Corina “ se hacia a la mar, la bahía estaba tranquila ese día, pero siempre bailaba un poquito al alcanzar el faro de la punta, esa mañana estaba medio arisco, Miguel tenía aversión a las mujeres a bordo de un barco de trabajo, y pensó enseguida que ese era el motivo de las incomodas sacudidas del “Corina”con mar gruesa era casi imposible la pesca con una embarcación tan chica, Maxi estaba ocupado en el rendimiento de sus motores para Llegar a los bancos a horario y Luis, conversaba con Corina sobre los avatares de esa profesión tan dura y a veces poco gratificante. La nave se movía rolando suavemente y con pequeños cabeceos conservaba el rumbo sin dificultad, Corina bajo del puente, su bello rostro había comenzado a disminuir su frescura y lozanía, al perder de vista la costa, todo punto de referencia se borró para ella, entonces el “mal del mar”, comenzó a hacer estragos en su físico. Se sentó en el bulto de redes que Miguel había dispuesto en la cubierta de popa para ser arrojadas al agua en pocos minutos cuando el sonar, les indicara  donde serán lanzadas, se sentía morir pero de ninguna manera quebrantaría la promesa de no incomodar a la tripulación durante los trabajos de pesca, de pronto sintió que el mar se aquietaba que cesaba por completo los movimientos del mar y entonces, un irrefrenable deseo de vomitar se apoderó de ella, estaba peligrosamente asomada a la borda en plena descarga estomacal cuando se sintió tomada de los hombros y así sostenida, lanzo al mar el contenido de su estomago. Luis alertado por Miguel había concurrido en su ayuda, en sus manos llevaba un salvavidas cuando lo hizo, se sintió bien, Miguel y Maxi habían comenzado el ritual del lanzamiento de sus esperanzas al mar, las redes se sumergían en las quietas aguas del atlántico, tiradas hacia las profundidades por sus  contrapesos, y sostenidas en superficie por los  fuertes flotadores, en pocos minutos rebosan de peces, ese espectáculo maravilló a Corina, los guinches gimen al izar la preciada carga y ella es la ayudante de Miguel en esa difícil tarea, como siendo alertadas por un vigía invisible, cientos de gaviotas rodean el barquito esperando ruidosamente el festín cuando las redes repletas, abren sus bocas, los pequeños peces son dejados en libertad miguel los empuja con una enorme pala de madera hacia su contenedor; pero,  una gran cantidad de pedazos, quedan esparcidos en cubierta, ellos la limpien en pocos minutos, luego se barre la cubierta con fuertes chorros de agua de mar y se reanuda la maniobra de pesca, el barco navega al garete sobre el banco de peces y las redes siguen extrayendo el fruto del mar, con las bodegas llenas, emprenden el regreso.

                 La entrada y salida del pequeño puerto donde solo barcos de poco calado pueden entrar y salir con buena marea, debe hacerse bajo rigurosas normas de seguridad, basadas en el cumplimiento fiel de los horarios mareo lógicos, solo el barquito de Luis tiene en su amarradero, una profundidad suficiente para que cuando la marea baje demasiado, no quede escorado sobre una de sus bandas en el fondo barroso.
             La tripulación almorzaba sus viandas con voracidad, solo Corina que no había previsto tal cosa, se dedicaba a matear sentada en la proa, con los pies colgados apuntando a la entrada de la bahía, se sentía infinitamente feliz por haber tomado la determinación de navegar con esa gente silenciosa y trabajadora, que la  protegieron sin que ella lo notara, durante toda la travesía. El aire marino le había abierto el apetito y dio cuenta rápidamente de los biscochos que sobraran de la mañana.

            A las cuatro , Luis la llamó al puente y le pidió que tomara el mando de la embarcación, ella intentó negarse, pero Luis le dijo medio en broma, medio en serio.

--¿Te olvidas que estas en un barco, hablando con su capitán y en el mar? –y largó una carcajada, luego le enseñó la forma de seguir el rumbo y bajó al baño. Regresó  y miro el cuadrante y la brújula, el “Corina” navegaba a diez nudos en la dirección correcta y con la costa a la vista, ella se había olvidado de que el motivo de su presencia  a bordo, era su paloma, ésta, se lo hizo recordar de inmediato, posándose suavemente sobre la bitácora, y reclamando su alimento, eran las 1600 hs.

                 Luis tomó el timón y le acerco el tarro con las semillas, ella no le hizo caso, y fue en dirección del ave, que contenta, estiraba y recogía su cuello, en la patita, llevaba un pequeño envoltorio con un mensaje, era de sus hijas, lo leyó y a medida que lo hacia, sus ojos mas azules que nunca por el reflejo del mar, comenzaron a lle narse de lágrimas. Intensamente ganada por la emoción, se quedo mirando el papelito un largo rato, el “Corina” se acercaba a la costa y ella no  había alimentado al ave, Luis, le dijo que el lo haría, ella se negó, diciendo.

--Si le das de comer, todos los días vendrá al barco y no servirá para otra cosa – su voz, temblorosa,  había perdido la alegre  sonoridad natural.

--Eso me gustaría mucho --dijo Luis y agregó.

--¿Qué es lo que te ha hecho poner triste? –Ella le estiro la mano con el escueto mensaje escrito con letra infantil   que decía” Mamita, te queremos mucho, esta tarde a las cinco y media, estaremos esperándote en el puerto, saludos a Luis un besito. Jose y Marce”. Terminó de leer y también sus ojos se habían llenado de lágrimas, ese simple gesto de dos niñas, para él,  desconocidas hasta ese encuentro tempestuoso de días atrás, había causado esa honda impresión en el.

                     La paloma, principal protagonista de todos los episodios que sucedieron a bordo y en tierra, estaba  sobre la bitácora balanceándose acompasadamente para atrás y adelante, pidiendo el alimento que siempre le era servido a su arribo al barco,

--¿En serio no quieres darle su alimento? –pregunto Luis
agregando --Podría ser nuestro enlace en el mar, confío que no sea esta la última vez que nos vemos –Ella lo miro fijamente, sin pensarlo, Luis había puesto en movimiento el mecanismo capaz de poner en marcha las debilidades humanas y tendió la mano para recoger la lata de semillas.

--Toma, a vos te corresponde darle la comida entonces, ella será nuestro enlace en el mar –Sonreía avergonzada por su arrebato, pero ese delicado paso, ya estaba dado.

                El “Corina” ingresó serenamente al puerto, en el playón frente al acuario, sentadas en un rústico banco de madera, las dos niñas saludaban a su madre, llegaron temprano acompañadas por su cuidadora y esperaron que finalice la descarga, para abordar y saludar a su madre y a Luis felices de que las dejaran subir a bordo, Corina como tripulante accesorio fue la encargada de hacerles conocer la parte superior, y Luis las llevo a las tres a la sala de máquinas donde el fuerte olor a fuel oil las hizo salir de inmediato, se despidieron de él y bajaron bulliciosamente, su madre quedo un minuto hablando con Luis, se estaban despidiendo cuando la paloma levantó vuelo con su acostumbrada voltereta y rumbeó para el palomar, los dos miraron como se perdía de vista
Y ella a guisa de saludo, le dijo.

--Allá va nuestra Celestina, misterios que tiene la vida –lo besó suavemente y se retiró.

                    Esa noche, Luis se despidió para siempre del Cabaret y de sus antiguas amigas, dueñas de la caja de maravillas artificiales que le hicieron mas llevaderas  las horas de soledad en el reciente pasado.


                                       FIN