El cielo azul de ese radiante día, no morigeraba su malestar, mirarlo era para él, cortar el cable que lo ataba a la realidad, lo hacia con reticencia, recibiendo el impacto de sus colores azul celeste cual puñales, como si odiara la belleza que la combinación de los verdes del campo circundante y el cielo componían. Esa bóveda azulada que abarcaba todo el horizonte, ceñía sobre sí, el asfixiante contorno de su presente. Por el espejo retrovisor veía la espesa polvareda que dejaba el auto sobre el camino de tierra ocultando a sus ojos, el imponente espectáculo que tanto admiraba todos los días desde la glorieta de su estancia. La duda imperaba en él, dificultando su equilibrio emocional y desplazando sus innatos sentimientos altruistas. Sabía que tendría que realizar un brutal ejercicio para desalojar de su mente, esa interminable y tortuosa construcción de pensamientos ajenos a su ser. Sabía que en esas condiciones no podía seguir. En sus oídos repiqueteaban incesantemente las intencionadas palabras de Jorgelína, haciendo aquella pregunta en la sala de espera de la UTI del hospital “¿SABE USTED COMO SUCEDIÓ EL ACCIDENTE DE NELSON Y POR QUE?” --Se apeó y entró al chalet. Un automóvil desconocido y un patrullero de la Policía habían sido estacionados bajo la arboleda. María lo recibió diciéndole.
--Buen día Tomas, la Policía y gente del Juzgado están en la casa revisando el cuarto de Nelson y siguen allí --Lo dijo con un tono que causó gracia a su patrón. Ese simple gesto de la señora y su aire misterioso, borró parte de los nubarrones que la soledad había impreso en su ánimo minutos antes.
--Gracias Maria –Dijo Tomas llevándola con su brazo sobre el hombro mientras entraban a la casa. Esta lo miró extrañada, ignoraba la causa de ese espontáneo agradecimiento y su curiosidad pudo más cuando inquirió.
--¿Gracias? ¿Por qué? Si nada he hecho para merecerlo –
Tomas se dio cuenta que era difícil de entender para una mujer ajena a ese mundo nuevo en que lo habían sumergido los acontecimientos y sin poderse contener, le contó el motivo de aquellas primeras palabras. María entendió de inmediato la causa de ese súbito cambio de ánimo y asumiendo agradecida y callada la confidencia de Tomas, acompañó a su patrón al interior de la casa.
Tomas se sentó. Desde el fondo de la sala, el brillo del piano, lo llevó más lejos en el tiempo y ya no quiso pensar mas, se adormeció de inmediato, los días pasados se desplomaron sobre él con su carga de sucesos miró el parque a través de los ventanales. El cansancio de las noches en vela lo venció y quedó dormido.
Lo despertó la voz de María.
--Esos hombres quieren hablar con usted --
--Ya voy –Dijo Tomas mientras se dirigía al baño para lavarse la cara, aún se sentía cansado.
--Están en la glorieta –Dijo la mujer, él se acercó al grupo de personas que charlaban animadamente bajo la sombra de su lugar preferido, sobre la mesa de mármol, descansaba una maquina de escribir y una pila de papeles en blanco.
--Buenos días –Saludó
--Buenos días –contestaron a coro
--¿En que puedo ayudar? –Preguntó Tomas, presentándose.
--Soy el oficial Alberto Ramírez, del Destacamento de Las Marianas, dependo de la Comisaría de Navarro y estoy a cargo de esta etapa de la investigación –Dijo y agregó de inmediato sin esperar comentarios.
--Tengo entendido que usted estaba en la estancia el día del sucedido con la señora, ¿No es así? –Preguntaba mirando francamente a los ojos.
--Así es –fue la lacónica respuesta.
--Espero que no le importe si para ganar tiempo y no importunar a usted ni a su familia, tomemos su testimonio en presencia de estos caballeros de la Fiscalía Criminal de Mercedes, donde se radica el juzgado en turno –Dijo
--No me importa, es de mi interés colaborar en lo que pueda con su investigación –
--Perfecto, eso nos ahorra tiempo que en estos casos es importante –Dijo el Oficial cargando de papel la maquina al tiempo que le solicitaba los datos personales, escribiendo con sus dos dedos índices con llamativa rapidez.
Tomas describió con lujo de detalles lo sucedido, tratando de no tergiversar los hechos principales, pero cuidando alguna referencia a lo que Amita le había contado y lo que leyó en ese diario con respecto a Nelson. Terminada esa fase del interrogatorio y habiéndolos leído, firmo los papeles y se los alcanzó al policía. Éste, mirándolo fijamente le preguntó.
--Señor Ezcurra, usted no ha hecho referencia en ningún momento al bolso que hay en la habitación de la casa de su propiedad clausurada el día en que la señora intentó quitarse la vida, ni ha mencionado extrañeza por su contenido, y menos aún de la posible conexión entre los hechos que se han producido en esta casa estos días. Me refiero al accidente sufrido por el señor que está internado en Navarro que resultó ser hijo de la señora en cuestión, ni ha referido opinión o aportado elemento alguno con respecto al arma no registrada causante de esa desgracia y menos aún al dinero y las substancias encontradas en gran cantidad dentro del maletín ¿no le ha causado curiosidad todo eso? A mi si y mucha y otra cosa, ese hombre no es de aquí, pero su cara me resulta harto conocida y aun no consigo recordar de donde –Los punzantes ojos del Oficial, escrutaban al estanciero buscando reacciones.
La imperturbable serenidad de Tomas no lo disuadió y siguió con el interrogatorio.
--¿No estaba al tanto de las actividades del señor Nelson Jiménez antes de que este entrara a su servicio? –Tanteó el policía
--Señor Oficial, Yo vivo aquí, en este pueblo, trabajo aquí y usted sabe eso, al señor Jiménez, lo conocí de niño, pero ya hacia mucho que no lo veía, la madre lo visitaba una vez al año en Tucumán, cuando tomaba vacaciones, ella tampoco sabía nada de las actividades de su hijo en su provincia, es todo lo que le puedo decir. No obstante, la señora Martina Jiménez es mi responsabilidad, empeñaré todos mis recursos para librarla de toda sospecha, ella hizo lo que hizo, perturbada por algo que leyó en el diario de su hijo, cuando pueda declarar, lo dirá, sin duda alguna –Concluyó Tomas, una atmósfera de desconfianza envolvía al diligente policía.
--Es resorte nuestro, avanzar sin trabas de ninguna naturaleza en el esclarecimiento del hecho en cuestión, señor Ezcurra. Tenga la plena seguridad de que lo haremos, por ahora gracias y avísenos si debe retirarse del pueblo –Dijo el policía sin quitar su aguda mirada del rostro de Tomas.
Revisaron y etiquetaron todo el contenido del cuarto, contaron el dinero que había en la maleta de mano de Nelson y las bolsas contenedoras de esa sustancia desconocida, el diario donde llevaba su registro y firmaron los protocolos de secuestro judicial. María y Tomas, debieron firmar como testigos, cerraron la puerta y colocaron una faja de clausura.
--Nos llevaremos estas cosas tal como queda dicho en el recibo que le hemos entregado. Quedarán bajo nuestra custodia mientras se desarrolla la causa que por ahora esta abierta a distintas carátulas, dado que las bolsas contienen este polvo blanco que no sabemos que es y que si tienen lo que creemos, deberá intervenir la Justicia Federal – Dijo gravemente el Fiscal. Hasta ese momento no había emitido palabra alguna, solo se había dedicado a supervisar lo que el escribiente asentaba.
Al abandonar la estancia, el Oficial miró hacia la casa. Algo no le cerraba, su olfato policial le indicaba que en ese lugar se escondía un secreto que debía develar, se prometió regresar en breve y partió. En el trayecto hacia el pueblo, las cosas se le presentaban claras, parecía un escritor que había encontrado el hilo de la trama de su obra y su cerebro comenzó a trabajar a destajo. “¡¡El diario, pelotudo!!” Exclamó en voz alta, cuando la idea se hizo diáfana en su mente y aceleró la marcha de una manera desusada en su forma de conducir.
Llegó a su
Oficina hurgó en el rincón donde guardaba los diarios viejos, sabía que allí, se encontraba la clave del misterio del joven de la estancia de los Ezcurra. Ojeó con afiebrada expectativa los ejemplares ya leídos. De pronto, la visión que guardaba en un recóndito rincón de su memoria, apareció con nitidez ante él.
Recortó con cuidado la página de ese diario y anotó en su agenda la fecha de edición del mismo fue hasta el único lugar donde podía obtener una fotocopia y pidió tres, regresó al Destacamento y adjuntó una de las copias al expediente abierto en oportunidad del accidente de Nelson.
Se despidió de su esposa y partió rumbo a Navarro, por fin sacudía la rutinaria vida a la que fuera confinado, cuando sus superiores lo destinaron en ese apacible pueblo, donde su vocación policial no era abastecida con hechos donde pudiera desarrollar su propensión de esclarecer entuertos.
Llegó al hospital, pidió ver a Nelson, que ya había sido trasladado a una sala común. Obtenida la autorización médica, el policía se acercó al hombre que lo miraba con inquietud desde su cama. Este tenía inmovilizado el cuello con una férula y estaba consciente y alerta.
--Buenos días señor Jiménez –Saludó el sabueso, en sus manos descansaba el expediente abierto el día de su accidente y pegada en el frente, se veía claramente la foto recortada del periódico que Nelson tratara en vano de ocultar. Al darse cuenta que estaba descubierto sin responder al saludo, espetó.
--Tuvo que ser en este pueblo de mierda donde un estúpido policía me encuentre --Dijo despectivamente.
--Señor, queda usted detenido sujeto a los derechos de defensa que la ley le confiere –Le dijo.
--Le pido disculpas por la inconveniencia de mis palabras –Mintió Nelson –agregando-- ¿Cómo descubrió que era yo esa persona? –Preguntó suavizando el tono y señalando con la vista el recorte del diario. En ese estado ofender a su captor, no le acarrearía otra cosa que inconvenientes.
--Son los factores que dominan la vida de las personas, señor, su mala acción unida a su mala suerte y la afortunada coincidencia de que un hombre de la ley se encuentre dispuesto a hacerla cumplir. Eso es todo –Había satisfacción cuando emitió esas palabras.
La puerta de la habitación se abrió, y la figura de Jorgelina ganó la escena.
Al ver a la joven Nelson se agitó, el policía al reconocerla la apartó y en voz baja le dijo.
--Se que estas relacionada con este señor, te aviso que esta detenido bajo cargos muy delicados, se que él por si mismo no podrá moverse, te pido que lo cuides mientras hago unas diligencias --
--¿Cuales son esos cargos? –Atinó a preguntar cuando el Oficial se retiraba sin responder. Se acercó a la cama donde yacía el hombre y acariciándolo lo miró largamente, cuando vio que los ojos de Nelson se nublaron de llanto, no pudo aguantar y abrazándose a el le dijo.
--No me importa lo que hayas hecho ni donde, déjame acompañarte --
Él la miro largamente, hubiera querido decir algo mas elocuente, algo que pudiera transformar los acontecimientos y hacer que no hayan ocurrido, pero su temperamento voluble lo empujó a un simple.
--No necesito a nadie que me cuide, se hacerlo solo –Dijo con altanería. Aun no entendía que estaba definitivamente paralítico y nada podría hacer por si mismo.
--No es necesario que seas tan lógico –Dijo Jorgelina molesta por el desaire. Un rictus de amargura se dibujó en la cara de él. De pronto, se enfrentaba con la realidad, pero nada hizo por disculparse ante ella.
--Me han dicho que debes hidratarte, beber mucha agua para que se normalice la función renal –Musitó la chica, temía otra respuesta destemplada, pero Nelson se dio cuenta de que sin ayuda, no era nada.
--Está bien, ahora me levanto a beber –Dijo con tono jocoso. El chiste no la hizo reír, pero era un avance. Ella tomó un vaso y trató de hacerlo beber, pero el líquido salio de su boca y se derramó sobre la almohada.
--Ya regreso Nelson –Dijo la mujer y salió de la habitación. En pocos minutos regresó con una guía plástica e introdujo un extremo en el agua y el otro en la boca del paciente que bebió con fruición. Agradeció el gesto sinceramente.
--Muchas gracias, no quiero causarte molestias, yo estaré bien –
La muchacha no dijo nada, lo miro, trataba de acomodar sus emociones al nuevo rol que ella misma se había impuesto y asumió que estaba desorientada y asustada. Después de todo, no era nadie en la vida de ese hombre. Pensó.
Amorosamente le acomodó la sábana, él la miraba hacer preguntándose por cuanto tiempo tendría ese tan desinteresado y valioso apoyo. Calculando, como era su costumbre, se propuso hacer uso de ello y le dijo.
--Ni un ángel podría hacerme sentir tan protegido –
--Nelson, estoy asustada, muy asustada, no se como seguir esto, espero que tu inteligencia me oriente eficazmente. Yo nunca pude hacer algo perdurable en mi vida –Concluyó
--Si que lo hiciste. Conocerme –Dijo con sorna
--Desde que te conocí, me sentí terriblemente atraída por ti, ahora ese sentimiento es irreversible. Te amo –La confesión
de Jorgelina hizo trastabillar la estrategia de Nelson y se remitió a su estado actual cuando dijo.
--Perdona, eres una persona muy buena, para estar aguantando mis maltratos, es que estoy pasando un mal momento y para colmo, mi madre no ha venido a visitarme aún –Dijo mirándola a los ojos.
--Ya vendrá sin dudas –Dijo Jorgelina, no sabiendo que otra cosa agregar, no debía ser ella quien le diga al muchacho lo que había pasado con su madre.
…….
El Policía entró a la comisaría y se dirigió a la guardia. El Oficial de servicio lo saludó afablemente, Ramírez le preguntó.
--¿Esta el Comisario? –
--Si, recién llegó, esta en el despacho –
--Dígale que estoy yo, que quiero darle una novedad grave, si puede recibirme –El hombre salió a cumplir su cometido, el oficial ojeó por ultima vez el expediente que había confeccionado con tanta dedicación.
--Dice el Jefe que pase –
--Gracias –Respondió.
El comisario lo esperaba de pié junto a la ventana que daba a un patio interior, desde allí, se dominaban los intestinos de esa dependencia con una estadística de delitos muy baja.
Con voz calma y pausada invitó a su interlocutor a sentarse, imaginaba que ese subordinado de intachable foja de servicio le traía un problema y eso, lo ponía de mal humor.
--¿Qué lo trae por aquí Ramírez? –
--Señor, vengo por los acontecimientos de Las Marianas –
--Bueno, ya hemos estado trabajando sobre eso ¿no? –
--Es que se le han agregado otros condimentos que lo convierten, posiblemente en un caso federal y con intervención de Policía de otra provincia por un caso de homicidio. El arma con que la señora Jiménez se disparó, puede ser la misma con la que el hijo asesinó a un hombre en Tucumán. Como le he informado oportunamente, el juzgado de Mercedes, ya tomó parte en el asunto –Dijo estas palabras alcanzándole el expediente.
El Comisario, conocía los valores morales y profesionales del Oficial, pero su asombro superaba esos conocimientos y preguntó.
--Y usted ¿Cómo se enteró de esto y por que este Comisario toma conocimiento recién hoy del asunto? –Cuando eso dijo, el tono de voz era imperativo.
--Señor, al ser conferida a mi persona la responsabilidad de la investigación, asumí que yo debía manejar los tiempos y opte para traerle la investigación casi terminada para que usted decida si sigue a mi cargo o no –La voz del Oficial, denotaba la autoridad con que actuaba.
El comisario comenzó a leer el documento, a medida que iba avanzando en el, su mal humor se disipaba y el reconocimiento a la labor de su subalterno crecía. Completó la lectura, miró inquisidoramente a Ramírez y preguntó.
--¿Cree usted que esos envoltorios que Jiménez tenía en el bolso es cocaína? –
--Si, lo creo enfáticamente, en Mercedes ya deben haber realizado los exámenes correspondientes y pronto tendremos los resultados. Pero me juego por esa posibilidad, ya le he comunicado al señor Jiménez que está detenido, por lo cual, solicito custodia policial para él –Ese comentario hizo fruncir el ceño del Comisario
--¿Por que tomó esa medida por su cuenta? –Inquirió
--No hacerlo podría ser usado por un buen abogado como negligencia en los pasos de instrucción de la causa y provocar una nulidad de lo actuado –Completó con autoridad el policía.
--Ya mismo ordeno que se le ponga custodia al detenido, lo felicito –Dijo el hombre, dando su aprobación tácita a lo actuado por Ramírez.
--Gracias, señor –dijo este.
--Gracias a usted por tener casi resuelto un caso difícil y engorroso, a veces me felicito por hacer una cuestión de honor de lo que llamamos el olfato policial, creo que usted, debería estar aquí, pensaremos eso si esta de acuerdo –
Ramírez se retiró del edificio en la puerta, dos agentes lo esperaban para ponerse a sus órdenes como custodias de Nelson.
……..
Nelson, lloraba desconsoladamente, su llanto penetraba profundamente en el ánimo de Jorgelina, la mujer sufría por el desconsuelo del hombre que yacía inmóvil en la cama de esa fría habitación de hospital, enjugaba sus lágrimas y trataba de amenguar su dolor.
--Jorgelina, mi amor, quiero pedirte por favor que acortes esta agonía –Ella lo miró con dolorosa expresión, pero no quiso decir nada, esperando que el fuera mas claro. La curiosidad se mezclaba con el espanto que le producía su incomoda posición.
Nelson, en el paroxismo de su desesperación no se dio cuenta que imploraba con sus palabras y las acompañaba con un tenue movimiento de su mano derecha, que pugnaba por levantarse, la mujer advirtió el movimiento y vio como la pierna derecha de Nelson, se movía espasmódicamente, desesperada salió de la habitación en busca de un médico.
Nelson comprendió entonces, la causa de la salida intempestiva de la chica, al ver su mano levantada y la curvatura de su pierna bajo las sábanas, comprendió que su parálisis no era total ni permanente, que ejercía dominio parcial de los movimientos y entonces, trató de ver si la mano izquierda obedecía a su cerebro, un tenue movimiento de sus dedos le indicó que eso era solo cuestión de tiempo.
Dado el nuevo estado de cosas, comenzó a pergeñar un curso de acción nuevo, no quería que los médicos vieran el cambio efectuado en su estado de salud y decidió ocultar todo signo de mejoría visible. Maldijo para si, la diligente alegría de Jorgelina que había salido disparada en busca de un profesional para difundir la buena nueva. Fingiría un deterioro mayor que el que tenía. Estaba en esos pensamientos, cuando el medico de guardia acompañado por la muchacha, irrumpió en la sala, Nelson inmóvil lo miraba hacer sin demostrar sospecha alguna de las maniobras que el facultativo efectuaba en su cuerpo, sintió un agudo pinchazo en la planta del pié, pero ni una sola mueca de dolor asomó en su cara, la flaccidez de sus miembros era total, así estuvieron un largo rato hasta que el médico le habló.
---Me acaba de contar un pajarito que usted ha movido sus miembros ¿Es así?—Dijo con ese tono de suficiencia que los medicos usan con sus pacientes para manifestar su liderazgo.
--Es lo que trato de hacer, pero no puedo mover ni los dedos, ¿Trata de burlarse de mi? –Preguntó con los ojos arrasados por un incontrolable llanto.
--No amigo, solo quiero ayudarlo, tranquilícese, le daré un calmante y podrá descansar un rato –Le dijo sinceramente arrepentido de haber usado ese tono y esas palabras un rato antes—
--No tengo dolor alguno, solo quiero que no me molesten y que no se burlen de mi desgracia—Pronunció esas palabras convencido de que su cruel elocuencia, había disuadido al médico de su entusiasmo profesional por las palabras de Jorgelina, le dolía no poder hacerla participe de su alegría interior, en su mente se iluminaba una idea que sería su norte de ahora en mas. Cuando el doctor se retiraba, el Oficial Ramírez, acompañado de un agente, entró a la sala, dirigiéndose al médico expresó.
--Doctor, este hombre desde ahora, debe permanecer incomunicado por orden judicial, estará bajo vigilancia policial las veinticuatro horas del día. Nadie por ninguna causa deberá hablar con el sin la presencia de su custodia policial. Nadie por ninguna causa podrá hacerle llegar sustancia alguna que no este indicada por su médico y administrada por personal del nosocomio debe permanecer esposado a su cama ante el peligro de fuga, esas son mis órdenes – El Médico escuchó al policía con atención, cuando éste termino su monólogo, le espetó.
--Mire oficial, usted mande en sus dominios, aquí quienes damos las órdenes, somos nosotros, este hombre esta completamente imposibilitado de moverse, quizá para toda la vida tiene una severa lesión en una vértebra cervical, con daño irreversible en su médula que le ha producido una parálisis de todo su cuerpo desde el cuello hacia abajo, así que guarde esas esposas, no le harán falta aquí y que su policía aguarde en la antesala, la institución no posee personal para atender las necesidades lógicas de esta enfermedad, por lo que una persona deberá estar con el siempre para darle agua y otras atenciones que usted no podrá darle, así que olvídese de sus órdenes y trate de ser mas humano—El tono admonitorio del doctor Daniel Diosque no dejaba lugar a dudas.
Nelson había escuchado atentamente la palabra del médico y la aceptación del policía, esto lo tranquilizó, fingía dormir, pero su mente trabajaba febrilmente en la concepción de un plan que le posibilitara una huida segura.