Prologo
El pino, nuestro viejo pino, cargado de años, languidece en una lenta agonía de muerte, antes, dejaba caer sobre nosotros sus hojas mustias como si fueran dardos, con los que un cupido en su ocaso, buscara eternizar la lenta y progresiva extinción de lo que fue nuestro amor,
Bajo su sombra, tantas veces dibujamos el futuro y proyectamos sueños, no pudo ser. La muerte te arranco de mi lado, aquello que parecía inextinguible, ya no está.
Hoy, la nostalgia me trajo de nuevo a nuestra casa, está igual, pero abandonada y sin muebles, parece habitada por fantasmas, el antiguo esplendor de su interior, esta intacto, solo un penetrante olor a encierro y la fina patina de polvo que cubre el empapelado de las habitaciones, y las hermosas ventanas de cedro lustrado, denotan el largo abandono. El hogar que tantas veces fue cómplice de nuestro amor y de nuestras fantasías de arreglar el mundo, estaba allí invitándome a encenderlo para que el lugar, recobre la calidez de otrora.
Desde la ventana abierta, puedo ver el parque, donde cultivábamos flores, la vieja glorieta de las caricias, como tú la llamabas, se ha derrumbado. Sobre sus ruinas, persiste vigoroso, el rosal que tanto amabas, cubriendo la herrumbrada estructura con las últimas flores del otoño.
Me cuesta pensar que eso es pasado.
I
Un impulso lo movió a salir en busca de leña para encender el hogar, el alto pastizal ha cubierto la fuente que al caer la glorieta se derrumbó con ella. Con un gran atado de leña, ingresó a la casona y encendió el fuego, las llamas, parecían decirle que ese era su lugar, que allí estaba su vida.
Después de recorrer la casona regresó al pueblo, para entregarle las llaves a Manuel, y le contó la experiencia de ese día. Este sonriendo bonachonamente lo condujo hasta un galpón cerrado y limpio donde una pila de embalajes de madera conservados bajo una lona, ocultaban los misterios que él quería develarle.
--Estos son los muebles de la sala de la casona, conservé todo porque siempre creí en su regreso -- Sus ojos llamativamente vivaces, estaban húmedos por la emoción. Tomas sintió la misma sensación, para disimularla encendió un cigarrillo y salió de ese recinto que guardaba los tesoros que consideraba perdidos, tomándole del brazo, lo condujo al interior de su vivienda, en un rincón del estar, tapado con un cobertor de fieltro, brillaba el ébano del piano.
--María lo ha cuidado como a sus ojos – Le dijo y agregó señalándolo con una mano.
--Ella pensó que aquí, se preservaría mejor, la humedad
daña estas cosas— No sabiendo que contestarle se despidió diciéndole que estaba en momentos de reflexión y a punto de tomar una decisión trascendente. Tras abrazarlo de nuevo, emprendió el regreso a Buenos Aires, una fuerza poderosa parecía retenerlo allí, en ese pequeño pueblo donde la bondad de la gente era su capital mas preciado.
Sin darse cuenta, llegó al desenfreno de Bs As, La ciudad se le antojaba monstruosa. Ya en su casa, la soledad lo atrapó como si quisiera asfixiarlo, se dio una ducha. Hasta ese momento no había reparado en su cansancio extremo, sirvió una copa de vino y se fue a la cama, el néctar le debe haber hecho efecto enseguida porque se levantó despejado a la hora de ir a la empresa, había dormido trece horas corridas, fue al trabajo, pero el persistente recuerdo de las experiencias de la víspera no lo dejaban concentrar, delegó en sus colaboradores las tareas del día y salió a la calle sin rumbo fijo, preguntándose por que razón sus pensamientos lo llevaban una y otra vez a aquel pueblito de campo donde vivió una efímera felicidad y comenzó su tragedia.
Buenos Aires le recordaba a una cárcel, el impersonal contacto con la gente le hastiaba, como un autómata llegó a su casa, estaba solo, su ama de llaves, Amita, estaba en Tucumán y sin pensar comenzó a liar el equipaje como para una larga temporada en el exilio. Dejó una nota para la empleada, fue a la empresa nuevamente y delegó definitivamente en su segundo la ejecución de los proyectos en marcha, y tras comunicar su decisión al directorio, marchó a buscar el automóvil y regresó al lugar que su destino le tenía reservado.
El camino de vuelta, le pareció hermoso,
Una agradable sensación de soledad llenaba su espíritu, solo el ruido que el viento producía al chocar contra el auto y el sonido de los neumáticos sobre el pavimento, lo acompañaban, los zanjones al costado del camino, repletos de agua, hacían las delicias de los patos silvestres, gallaretas y chorlos, todo le parecía bello, hasta el plomizo cielo de otoño, sin sol.
A las tres de la tarde, llegó a Las Marianas,
Y buscó un lugar para aplacar su hambre, hacia dos días que no comía nada, solo la copa de vino de la noche de la víspera, era su sustento, estaba famélico, no encontró nada abierto, se dirigió al pequeño hotel del pueblo, pidió y obtuvo alojamiento, y preguntó al hotelero si se podía comer algo.
--A esta hora ya todo esta cerrado, señor – Le respondió, agregando,
-- Veo que puedo hacer por Ud., acomódese en su habitación que algo vamos a conseguir --
Llevó su equipaje al dormitorio, sobria y confortablemente amoblado, con detalles de buen gusto, se lavó la cara para despejarse y se dirigió al bar y comedor del hotel, donde el hombre había dispuesto una mesa con una tabla en la que había una variedad de fiambres de fabricación artesanal y pan casero dio buena cuenta de ello y quiso pagar.
--Este es obsequio de la casa, como bienvenida. – Dijo el hombre y como al pasar preguntó.
--¿Y cuanto tiempo se va a quedar por aquí? –
--Me verá por largo tiempo en el pueblo – Dijo agregando.
--Pienso habitar mi campo, La Casona de la Glorieta. —
El hombre no salía de su estupor, le sonrió y se retiró con el asombro pintado en el rostro.
La resolución de iniciar la restauración de la casona y el estomago lleno lo mantenían de buen humor, dejó el resto del equipaje en la habitación y salió con las fuerzas repuestas a caminar por el pueblo casi desierto a esa hora, el sol amenazaba con escapar del denso abrazo de las nubes, hacia frío, y sobre su cabeza, en ordenada formación, emigraban alegremente enormes bandadas de golondrinas, ellas como el, huían de su pasado hacia el futuro, convirtiendo en ayer el hoy, mientras buscaban el amparo del calor del norte.
Casi sin darse cuenta, llegó a la casa de Martínez con el propósito de pedirle las llaves de la casona, su vieja compañera de siempre que nadie sabía que lugar ocupaba en su vida, y a quien debía la conservación del piano, le dijo:
--Martínez se fue esta mañana a la casona, llevó peones y la sierra a motor, así que estarán por allá, haciendo leña para el invierno, señor —
La saludó y enfiló para el hotel a buscar el auto, en minutos estuvo allí.
El viejo pino, ya no estaba, solo una ordenada pila de astillas, yacía al costado de la casa acondicionada para que el aire al pasar a través de ella y secara la madera más rápido, aquellas hojas que como dardos caían como flechas de un cupido imaginario, estaban amontonadas sobre un carro tirado por dos caballos, tenían destino de abono para las tierras bajas del campo y su fino ramaje, convertido en leña, para encender la chimenea, don Manuel, no se veía por allí, dos mozos del pueblo contratados por el, se habían encargado del pino y de sus antiguos recuerdos.
Al mirar la casa, vio una débil humareda que salía de la chimenea, al hacerse más espesa, desprendía un agradable olor a madera quemándose, entró a la casa, y el asombro lo dejo petrificado, allí estaba la sala limpia, reluciente, los muebles colocados de la misma manera que antaño, el piano con la tapa levantada y en el fogón, ardían cuatro astillones de pino y el ambiente de la sala había recobrado la calidez perdida.
El piso de madera, brillaba igual que los muebles
Y ese antiguo lar, que alguna vez acunara sus sueños, volvía a ser su hogar.
Don Martínez lo había visto llegar, pero no quiso interrumpir la reparación del molino antes de la llegada de la noche, dejó que experimente en soledad el momento del reencuentro con sus cosas; habiendo finalizado su tarea, bajo a su encuentro, sonriente y satisfecho.
--Espero que mi atrevimiento no lo incomode, Señor –Dijo serio. Agregando.
--Pero leí en su cara la resolución de venirse de nuevo al pago, en una semanita verá La casona como era antes—Se entusiasmó.
--Al contrario, don Manuel, me ha hecho lagrimear lindo allí dentro – Y señaló la casa.
--Sentémonos un ratito para hablar de los gastos en que ha incurrido, don Manuel, no puedo permitir que este distrayendo dinero suyo – Agregó
--Todo es a cuenta corriente, amigo, había contado con su aprobación, aun para voltear el viejo árbol que era una amenaza para la casa –Se despachó a gusto.
--Bueno aquí tiene dinero suficiente para sufragar los gastos – le dijo -- y omitió mencionar el dolor que le causó ver su árbol abatido por la habilidosa saña de los peones.
Estaban fumando y charlando amablemente, cuando advirtió que no solo el pino faltaba del lugar, la herrumbrada glorieta, había sido aparcada, lista para ser llevada a la herrería para su reparación, el rosal fue cuidadosamente apartado sin daño y estaba prolijamente dispuesto para ser colocado en su lugar una vez reintegrada la estructura a su lugar.
Limpio el parque, se podía ver el piso y los bancos de mármol blanco, la fuente caída a un costado sería reparada.
El sol, se había desembarazado de su cárcel de nubes y lucia un ocaso esplendoroso, tomó el camino de regreso al pueblo, don Manuel viajaba callado a su lado, esperaba, con el respeto de la gente de campo, que sea Tomas quien reabra el dialogo.
¿--Cómo sabia Ud. que vendría a quedarme? – Le largó a bocajarro
--Tomas, usted ya respiró este aire, no he vivido tanto de gusto, como decimos aquí, conozco el pájaro en la cagada y perdone – Dijo llanamente y agregó – A mí me pasó lo mismo hace treinta años
– Y su picara y bonachona sonrisa le hizo recordar a su padre.
--Aquí viví unos buenos años – El comentario debe haberle parecido triste, porque el resto del viaje permaneció callado, cuando bajó, le dijo socarronamente.
--Esta noche lo espero a comer, pero no tenemos el lujo de Buenos Aires, eso sí, la comida de María es la mejor –
--Con gusto vendré a probarla – Y arrancó hacia el hotel. Lo invadía una felicidad serena como si hubiera comprendido de pronto, que ese lugar que el destino le otorga a la gente, le había sido devuelto.
El dueño del hotel era el mozo y barman al mismo tiempo, le ayudaba una hija suya, que no tendría mas de veinte años, la sonrisa que permanentemente adornaba su bello rostro, le había granjeado el respeto y la consideración de los clientes que la conocían desde siempre, se movía atendiendo las mesas, con la soltura y seguridad que le daba esa condición. Le acercó una silla y le dijo,
--Buenas tardes señor ¿Que se va a servir? – Su cara siempre adornada por una sonrisa lo sedujo de inmediato, se propuso mirarla con detenimiento, pidió un aperitivo y se sentó, la bella y cimbreante mujer, embellecía el lugar, parecía una flor en medio de un páramo; regresó con la copa y los infaltables platillos de la casa.
--Gracias – Le dijo, con una sonrisa devolvió la cortesía, Tomas acrecentó su interés. Ella se marchó sabiendo el efecto que había causado, apuró el contenido del vaso pidió las llaves de la habitación y se retiró, sentía las miradas de esas personas desconocidas que alguna vez habían tenido alguna relación con el. Desde la puerta saludó a todos, una ducha lo abstrajo de sus pensamientos, todos ellos ocupados por la graciosa figura de la muchacha. Desde el espejo, el rostro conocido de su otro yo, le mostraba con inexorable realismo el crudo testimonio del paso del tiempo.
A las nueve y media llegó a la casa de Martínez, María abrió la puerta y su afable voz lo recibió calurosamente
--Adelante, ya viene Martínez, póngase cómodo – Dijo, conduciéndole a una amplia y confortable estancia que hacía las veces de comedor y sala de estar, una biblioteca de madera rústica trabajada a mano como todo el mobiliario, habían sido construidas por Manuel, en los estantes, descansaban los 37 tomos de una enciclopedia Espasa Calpe y una apreciable cantidad de libros, ponían de relieve, la afición de Martínez por la buena lectura; estaba apreciando lo variado de su bibliografía, en la que abundaban libros relacionados con la agricultura y ganadería, cuando este irrumpió ruidosamente en la sala blandiendo un jamón de prensa y el cuchillo de fetear, lo invitó cordialmente a cortar; mientras él, regresaba a la cocina en busca de copas y una botella de vino que el mismo fabricaba.
--En esta casa, desde los muebles hasta el vino son caseros, don Tomas. – Se jactó, sirviendo una generosa cantidad del tinto.
Desde la cocina lo había perseguido, el exquisito aroma de la preparación de María, el paisano lo vio luchando sin éxito tratando de cortar el jamón y antes de que lo destrozara, le saco el cuchillo de la mano y con cuatro tajos sacó otras tantas lonjas del manjar y entraron en tema.
-Que piensa hacer con el campo – Preguntó
--De momento nada, mi llegada a la Casona , fue un impulso, aún no se por que vine – Dijo convencido de que lo único seguro era, que vivir en Buenos Aires, le resultaba cada día mas insoportable y que tal vez se sentiría mejor viviendo en el campo.
--Con trescientas hectáreas se pueden hacer muchas cosas y usted es el dueño de la mejor tierra de por aquí –Pontificó saboreando el vino que Tomas todavía no había probado.
--Vamos amigo, no me diga que no le gusta el vino? – Su manera franca y campechana de hablarle le inspiró un profundo sentimiento de afecto y empinó el vaso, el vino era un néctar que lo llenó de placer, efecto que siempre le hace, beber uno de buena calidad.
--Manuel en estos días, si me acompaña, voy a ir a Navarro a comprar el resto de los muebles para equipar la casa. –Dijo agregando – Quiero instalarme lo mas pronto posible. --
--Disponga usted, me hace falta algo de ropa, aprovecharé el viaje – Dijo y llamó a la mujer que trabajaba en la cocina, con un estentóreo
--María, ¿podes traer mas vino? --
--Nada de vino, ya tendrán tiempo de beberlo con la cena--
Protestó ella, demostrando que su voz tenía voto en esa casa; su cara estaba roja por el calor de la cocina a leña y su sonrisa dejaba al descubierto sus bellos rasgos de mujer de campo.
Sin abandonar la sonrisa, se perdió nuevamente en la cocina, de la que emergió al rato portando una humeante fuente de carne cocinada al horno acompañada por otra con unas crocantes y doradas papas que despedían un aroma sin igual, hecho lo cual, retornó a la cocina trayendo una jarra repleta de vino y una bandeja con pan casero recién horneado, el vino al moverse teñía el cristal de la jarra y se apreciaba la densidad del mismo. Dispuso tres cubiertos en la mesa, ella ocupó su lugar y dijo.
--Tomen asiento – su voz, era una amable orden inapelable – Y agregó.
--Hace treinta años que trato que este hombre agradezca a Dios el pan que se pone en la boca todos los días, sin suerte—Agregando con la picara mirada puesta en el.
--Tal vez quiera usted acompañarme – Asintió complacido ante la burlona mirada de Manuel que estoicamente había resistido los embates de la dama durante décadas, para Tomas era un misterio el vínculo que los unía, lo que era indudable, es que las riendas de esa casa las llevaba ella.
--Señor Dios, bendice el alimento que de ti recibimos—Salmodió la dama.
--Amén – Concluyó Tomas, sorprendido por esa infrecuente y sincera reacción.
La cena transcurrió amablemente, hacía mucho tiempo que un ambiente familiar no le atrapaba como aquella noche y al alejarse una intensa sensación de vacío se adueñó de su ser, las pocas cuadras que separaban la casa donde tan bien lo pasó, del hotel, se le antojaron largas, el vino y la nostalgia unidos al frío de la noche, hicieron que surtiera un efecto indeseado en el.
El hotelero que estaba jugando a las cartas, lo miró, y al apoyarse en el mostrador, preguntó
--Desea tomar algo?-- Pidió un café y una ginebra con la secreta esperanza de ver aparecer la hermosa muchacha; pero, no fue así, después de un cigarrillo y una rápida lectura a un diario del día anterior, pagó y se fue a dormir, aun le dolía esa extraña sensación de vacío y la sana envidia hacia Martínez, por la austera manera de vivir en plenitud su cotidianeidad.
Envuelto en esas cavilaciones, se metió en la cama y durmió toda la noche, no había notado el cansancio físico y espiritual que le habían producido la sucesión de acontecimientos que se desencadenaron durante los últimos días, esa noche en sueños, vió LA CASONA DE LA GLORIETA en su antiguo esplendor.-
Se despertó temprano, antes que la gente del hotel, sacó el auto y en ayunas fue a la casona en el apuro se había olvidado que las llaves de la casa las tenía Manuel, por lo cual, comenzó a explorar la parte posterior de la casa ante el griterío ensordecedor de los pájaros perturbados por mi inusual invasión a su hábitat, rodeo el edificio y vio el horno de barro que Elba construyó de adobes e impermeabilizó con cemento, allí estaba intacto el artificio donde cocinaba el pan y sus exquisiteces con piezas de caza que él le procuraba, lo hizo; Recordaba, durante uno de sus viajes a los que nunca le acompañaba pues en esas ausencias suyas, recibía a sus antiguos compañeros de facultad, de ideas radicalizadas, o realizaba tareas de las cuales se enteraba al ver la obra terminada. En aquella oportunidad, las dos opciones se combinaron, la vista de aquel horno primitivo que en un principio le causó una mala impresión, le fue agradando con el tiempo y llegó a tomarle afecto, hoy al verlo, se agolparon las visiones en el y ese orificio en el pedestal, lo llenó de trágicos recuerdos.
El rememorar las comidas que cocía en el horno, lo trajo al presente y cayó en la cuenta que no había desayunado, su estomago hacía ruidos para traerlo a la realidad y regresó al pueblo, se había mojado hasta la rodilla con el rocío de la mañana mudó su ropa empapada y enfiló para el bar, donde se notaba movimiento, al entrar, lo recibió la deslumbrante sonrisa que la noche anterior le había quitado el aliento, estaba sola limpiando el salón; vino hacia él y lo saludó presentándose.
--Buenos días señor, me llamo Delia y soy la hija del dueño del hotel-- Dijo y agrego solicita.
--¿Le sirvo el desayuno? – Su cara limpia y descansada y sin rastros de pintura, tenía la tersura de un pétalo de magnolia y su blancura, su cabello renegrido, le hizo recordar el plumaje de los tordos que tanto había alborotado un rato antes en el monte; lo tenia recogido por detrás con un lazo y al caminar, se mecía suavemente, semejando una cola de caballo que le llegaba debajo de los omóplatos, confiriéndole majestad.
Sus felinos movimientos acabaron con sus reservas y solo atinó a decirle.
--Mucho gusto, mi nombre es Tomas Ezcurra dueño de La Casona de la Glorieta – Ella sonrió le dio la espalda y se alejo alegremente a traer el desayuno, tenía puesto un corto delantal gris con cuello azul, que realzaba su figura, al rato, llego trayendo una humeante cafetera y la jarrita con la leche, el pan aún caliente y la manteca, colocó todo sobre la mesa, lo tomó sin prisa aprovechando cada ocasión de admirar aquella preciosa criatura que se apoderó de sus sentidos.
--Mi padre se ha ido a Navarro, siempre va a traer la mercadería –dijo y agregó –Allí es más barato todo y se consigue variedad –
--Yo debo ir un día de estos, a comprar cosas para equipar la casa – Prestó atención a sus palabras y suspendiendo su quehacer se acerco a la mesa diciendo:
--Tengo curiosidad por conocer esa casona de la que tanto ha hablado la gente del pueblo – Dijo. El respondió.
--No está en condiciones para recibirla, encantado lo haré cuándo la ponga en forma – la muchacha siguió trajinando. El quiso pagar.
--Oh no, ya esta incluido en el costo de la habitación – Exclamó ella.
--Gracias – Respondió y con pesar abandonó el lugar.
Se volvió y sin premeditación la tuteo al preguntarle.
--¿Cuantos años tienes Delia?
--Veintiséis – Respondió. -- Pero todos me dicen que represento veinte – Y su risa sonó a gloria en sus oídos.
La simple y corta conversación con la bella damita, lo predispuso al buen humor.
--Bueno, nos veremos seguido --Dijo
--Ojala – Dijo alegremente – Una languidece aquí sin amistades nuevas que le cuenten cosas de otros lugares, nunca he querido dejar solo a mi papá, después de la muerte de mi madre, soy su única familia.--
El pensó para sus adentros, “¿Como sería si no languideciera?”, y con ese pensamiento subió al auto y pudo ver que a través de los cristales de la ventana, sus ojos lo seguían con interés.
Cuando llegó a la casa de Manuel, este ya se había marchado, regresó a la Casona y allí estaban los dos peones y el diligente y ejecutivo Mayordomo, cargando en el carro la estructura de la glorieta, para llevarla a reparar y pintar.
–Don Manuel, ¿no sería necesario contar con personal suficiente para reparar toda la estancia al mismo tiempo que la casa? – Le preguntó
--Si – Respondió de inmediato y agregó
--Justo se lo quería proponer, esta noche he citado gente que deseo conozca, toda de este pueblo, por la que puedo dar fe, en el bar del hotel a las nueve de la noche ¿Le parece bien? – No se le escapaba detalle alguno al eficiente paisano.
--Así lo haremos – Asintió complacido
--Si, pero me parece que estoy pidiendo demasiadas cosas – Dijo con reservas.
--Son cosas que usted conoce, y sabe que hacen falta, dígame que es y cuente con ello – Le dijo mirándolo a los ojos y dicho lo cual se despachó a gusto.
--El agua que nos da el molino, no será suficiente para abastecer la casa y las necesidades del ganado y eventualmente los sistemas de riego para el campo, si algún día se propusiera instalarlo, le sugiero traer fuerza motriz y hacer una perforación profunda para colocar una bomba de inmersión Y tener agua en abundancia disponible aún en tiempos de seca – lo largó de corrido, como temiendo que fuera demasiado grande la inversión,
--Debe darlo por hecho don Manuel, usted se encargará de los detalles – Y advirtió que se había quedado corto con la relación del pedido, por lo que agregó.
--¿Algo mas? –
--Si Tomas – dijo -- Pero no sé si estará en condiciones de afrontar de golpe todos los gastos que demandará poner en marcha el campo antes de que entre en producción –
-- Mi intención es poner a trabajar de inmediato la estancia, no escatime gastos y pongamos manos a la obra –No cabía en si del entusiasmo, era la primera vez que alguien confiaba en su criterio e idoneidad tan ampliamente.
Fueron juntos al almacén de ramos generales de don Bruno, allí compró postes y alambre tejido para hacer un cerco perimetral al parque de la casa, le avisó al almacenero que quería hablar con el pocero para la confección del pozo y con don Márquez, que debería encargarse de la construcción del tanque aéreo para tener siempre presión de agua suficiente. Asimismo compró una manga para vacunar y marcar vacunos y dejaron abierta la cuenta corriente para que cuando hiciera falta, les traigan al campo el material sin más trámite.
Lo vio pensativo y temiendo haberse abusado de su bondad le dijo en tono amistoso.
--No quisiera molestarlo, pero es la única persona en quien confío para realizar este proyecto, pero si le estoy pidiendo demasiado, dígamelo con toda confianza, mi padre siempre lo tuvo en gran estima - El hombre que había pasado toda su vida, trabajando la tierra para otros, después de un largo silencio, se despacho diciendo:
--No hay cosa que Manuel Martínez, no pueda hacer por el hijo de Sebastián Ezcurra, cuente conmigo para lo que venga –Y agregó
–Un criollo de ley, nunca olvida una gauchada y yo a su familia le debo mucho, amigo mío –
Y sus ojos se llenaron de lágrimas, prosiguió diciendo.
--Nunca pensé que volvería a ver la estancia de su padre nuevamente en marcha, y menos, que yo sería su Mayordomo – prosiguió – Espero poder devolverle en buen trabajo, la confianza que me dispensa—
Esa noche lo invitó a comer en el hotel, para entrevistar juntos al personal que formaría parte de la plantilla inicial de la estancia y se arregló con un tropillero la compra de unos buenos caballos mansos de andar para las tareas especificas del campo. Jóvenes y de buena rienda, Manuel se encargaría de revisarlos
La actividad en el campo fue febril, en pocos días vino la conexión eléctrica, el pozo estaba listo, la bomba en funcionamiento y el gran tanque aéreo de cincuenta mil litros instalado y rebosante de agua
Los alambradores cercaron el perímetro de la casona, don Márquez y su hijo reinstalaron la glorieta y la fuente en su lugar original y tres peones estaban a sus órdenes, rasqueteando la fachada del chalet, para devolverle la lozanía perdida
Un día, antes del almuerzo mientras tomaba el diario aperitivo, le preguntó a Carlos quien le había decorado las habitaciones, pues, él necesitaba una persona para terminar los interiores de la casona, traerlos de Buenos Aires, demandaría tiempo y el estaba decidido a terminar cuanto antes su casa.
--Mi hija Delia – dijo complacido –Ella quería estudiar arquitectura, tiene habilidad para esas cosas – Su expresión denotaba tristeza.
--Hizo todo el interior del hotel, este salón, las habitaciones, no hay una igual, las doce son diferentes entre sí – dijo orgulloso y agregó:
--Puede preguntarle a ella—
--Bueno, ¿Pero cuento con su ayuda e influencia para convencerla? – La hermosura de la muchacha no lo dejaba pensar con mesura y estaba haciendo cómplice a su padre de sus elucubraciones, de todos modos prosiguió.
--Me sentiré muy honrado si acepta --Dijo y pidió la comida. Enseguida llegó ella con una sopera y una pequeña quesera.
--Esta sopa está deliciosa, espero que le guste—
--Si el gusto es parecido a su aroma, seguro –Dijo sirviéndose y mientras le agregaba una buena cucharada de queso rallado, se acercó su padre sonriendo y colocando cariñosamente un brazo sobre sus hombros , explicó lo que habíamos hablado, su rostro se puso súbitamente tenso y sus pómulos enrojecieron.
--Pero papá, Sabes que tengo que ayudar aquí – Protestó.
--- ¿Ya no te sirvo que me sacas de tu lado? --Dijo mimosa y mirando a Tomas a los ojos expresó.
--No me dedico profesionalmente a ello, solo decoré el hotel para abaratar los gastos de mi padre – Y agregó.
--Mucho me gustaría tener el talento para hacerlo --.
Mientras tomaba su almuerzo vio que ambos deliberaban acerca de ese asunto detrás de la barra, ella ocasionalmente dirigía la vista hacia el joven, cuando fue a retirar la sopera le dijo
--Mi padre me sobreestima, no se si podré tomar esa responsabilidad –protestó
--Delia, si queda la mitad de lo bonito que mi habitación aquí, estaré conforme – Aseguró con absoluta sinceridad.
--Si usted no acepta será una gran lástima, no solo por la perdida de tiempo que me ocasionaría buscar en Buenos Aires una decoradora, sino porque me encantó como dejó este lugar con pocos recursos— Le agradeció y fue por el resto del almuerzo, al regresar con él, y con la aceptación a su pedido, dijo.
--Aquí no se conseguirán las telas necesarias, debemos conseguirlas en Navarro o en otro lugar donde se puedan escoger a su gusto – Pensativa preguntó – ¿Usted tiene una idea de lo que quiere hacer?
--Ni idea Delia, por eso le doy la libertad absoluta de disponer, lo único que le pido que escatime, es el tiempo, los gastos son secundarios en este caso – La larga perorata ponía inquieto a Carlos que veía que su hija solo se dedicaba al casi maduro propietario de la casona.-
Durmió una corta siesta y se levantó renovado y pasó a buscar a Manuel, en su mente había dispuesto que ese hombre debiera tener un medio de movilidad, una camioneta sería lo ideal según su criterio, así se lo dijo.
-- Estoy de acuerdo, pero que ese vehículo debe cumplir un doble propósito movilidad y tareas de acarreo. En el campo, todo debe estar vinculado al trabajo —Dijo en inapelable tono.
-- Amigo mío, esto esta quedando hermoso-- El parque mostraba sus relieves, el cerco perimetral le daba un lucimiento espectacular, solo le faltaban las flores. Saludó a la gente que estaba trabajando y advirtió que recostada en una pared de la casa, había una bicicleta de mujer, la dueña no estaba allí, con suma curiosidad, salió a rodear la casa, junto al horno, Delia observaba con atención su interior , desde allí un penetrante gruñido y resoplidos continuos, denotaban la presencia de una animal enojado, abstraída en esa contemplación, no se percató de la presencia de Tomas.
--Tenga cuidado – le dijo este.
--No se preocupe – Le respondió— Es solo una comadreja picaza que hizo nido en su viejo horno de barro --y agrego
–Son inofensivas, no le haga daño— Exclamó protectora
---Sola se ira de aquí al ver que el lugar esta poblado, ahora solo protege sus crías—y explico el porque de su visita.
--Quise venir para ver que podía hacer con sus tapices y cortinados – Dijo.
Haber encendido varios días seguidos el hogar, hizo desaparecer los rastros de humedad y su particular olor, la constante ventilación y la luz que recibió, le hizo recobrar su belleza, los marcos y ventanas de madera lustrada, le conferían una patina agradable a los ambientes de la casa.
Delia miraba en silencio, tomando notas y midiendo ancho y largo de las aberturas, sin prestarle la menor atención, estaban solos, el la miraba hacer sin incomodarla, ambos absortos en sus propios mundos, ella en la futura creación artística y los requerimientos de material, Tomas, en la contemplación de su graciosa personita.
Afuera la tarde otoñal, invitaba a la ensoñación; salió al patio.
Encendió un cigarrillo y sentado en un banco de la glorieta pensaba y pensaba en su aburrida y tediosa vida y en como había girado 180 grados en ese corto lapso y sin embargo, se sentía tan bien; en el viejo monte de eucaliptos cercano, una numerosa bandada de loros parloteaba incesantemente.
Lo invadió una inmensa felicidad, sintió nuevamente suya esa heredad que había abandonado diez años atrás, y recuperadas las ganas de vivir, hacer y sentir.
Delia salió del chalet, una sonrisa amplia y bella iluminaba su cara y dijo:
--No será difícil restaurar esa casa— Y en tono serio continuó
–Las paredes de la casa y todo su empapelado están impecables—Añadió
—Solo sobre la chimenea hay que colocar una combinación de papel plastificado de la misma tersura, don Márquez y su hijo están capacitados para ese trabajo, lo demás es pan comido para mí—Su tono no dejaba dudas acerca de su competencia.
Con las medidas de todos los ambientes en su cuaderno, y los desprolijos dibujos que solo ella interpretaría, lo encaró seria.
--En cuanto a las cortinas y tapices, deben estar acordes con la suntuosidad de los ambientes y su mobiliario, eso es muy caro—estaba claro que hubiera sido una perfecta decoradora si se dedicara.
--No te preocupes por los gastos, el presupuesto no tiene límites— Avisó.
--¿Puedo llamarlo Tomas?—pregunto como si fuera necesario.
--Por supuesto—Respondió, el corazón galopaba frenético en su pecho, no era la primera vez que una mujer hermosa estaba a su lado pero, la feminidad sin artificios ni amaneramientos de Delia, le conferían una distinguida prestancia, todo en ella era innato, hasta su picaresca manera de llamar la atención.
--Seremos amigos –Le dijo
--Siii --Dijo alargando deliberadamente la sílaba
--Pronto iremos a buscar los elementos que te harán falta para tu trabajo—Le manifestó, mientras recogía su bicicleta para ponerla en el baúl del auto, partieron sin apuro. Tomas se dio cuenta que Manuel se había quedado en el molino arreglando los bebederos nuevos, regresó y le dijo que ya vendría a recogerlo, el se negó enfáticamente, y con una sonrisa se despidieron
Al llegar a la tranquera, Delia bajo a abrirla y en ese momento le dijo tomándola suavemente del antebrazo.
--Mañana a primera hora viajo a Buenos Aires – y agregó --Me gustaría que aprovecháramos el viaje para que tu puedas escoger a gusto, los materiales que tienes anotados en tu libreta – Sin darle tiempo a la negativa insistió.
--Seria magnifico que mañana a la tardecita todas las cosas estén a tu disposición para comenzar—Lo sorpresivo y razonable de este aserto, la dejo sin recursos para negarse de plano y sonriendo tímidamente ante la atractiva invitación le dijo;
--Debo pedir permiso a papá, jamás fui a Buenos Aires—
Agregando –No olvide que el cuenta con mi ayuda para atender el salón –E inquirió
--¿A que hora regresaríamos?—La tácita aceptación no cayó en saco roto, Tomas había recogido el mensaje.
--Si hacemos las cosas deprisa, a las seis o siete estamos aquí—Le informó.
Llegaron a su casa y le entregó la bicicleta, Carlos los miraba a través de la ventana, se despidió y regresó a buscar a Manuel, sabiendo que su negativa era de compromiso, lo encontró sentado en el borde del bebedero recién reparado un buen chorro de agua caía
Desde el tanque por un caño de dos pulgadas flamante, el entusiasta paisano, ya tenia montada la infraestructura para la llegada del ganado; que sería en breve, la maquinaria que lo abrevaría, estaba en marcha merced a su diligencia. Alegres como niños, llegaron al pueblo, tenían sus colaboradores, el agua suficiente para todo el ganado que podía albergar el campo, pasto de reserva sin cortar para todo el invierno, Manuel lo invitó a bajar para tomar un vinito del bueno.
--Si María nos deja –Agregó riendo – Ella le tiene mucha estima amigo, venga a saludarla--
Bajó un ratito, saludó con un beso a la Señora. que esta vez les permitió la licencia de una copa fuera de hora acompañada por una campestre picada.
--Mañana bajaré a Buenos Aires—don Manuel
--Como guste, Tomas aquí ya todo marcha sobre ruedas.
Ya en el hotel aseado y listo para ir a conocer su personal, Tomas escucha unos suaves golpes en la puerta, era Carlos que le avisa que don Manuel lo busca en el bar.
-Voy – Dijo y salió detrás de el
Al verlo, aminora el paso, para permitir que lo alcance y con cara muy seria le dice.
--Mi hija me dice que mañana va a Buenos Aires con usted, lo permito, pero quería que supiera que ella, es la única persona en el mundo, por la cual estoy dispuesto a cualquier cosa – La solemnidad con que le lanzó esa velada advertencia lo llamó a la realidad.
--Espero que el señor se haya dado cuenta que esta hablando con un caballero honorable que responderá con su vida por la señorita – También fue solemne y así
sellaron un compromiso de mutuo respeto entre dos personas de bien.
Llegó al salón precediendo a Carlos. Manuel, soportaba risueño las bromas de sus amigos que lo acusaban del sometimiento a que lo condenaba María
por la escasa concurrencia al boliche, éste se defendía diciéndoles que el no era jugador, sino, aficionado a la buena lectura, lo que generó una carcajada general sabiendo todos que ambas cosas eran ciertas
Al ver a Tomas, Manuel fue a su encuentro, y le comentó.
--Tomas, Carlos me preguntó cosas acerca de usted, está medio molesto por el viaje con la hija a Buenos Aires, le aviso por las dudas --
--No se preocupe, recién me acaba de poner los puntos sobre las ies —le dijo
Conversaron largamente sobre los peones que serian el personal fijo de ahora en mas, mientras Delia les servía el aperitivo, Tommy pidió una vuelta para todos
Según la usanza del lugar y brindaron por el nuevo emprendimiento que daría trabajo a diez familias del pueblo.
--Delia, tu padre acaba de autorizar tu viaje, a las seis, salimos, estas de acuerdo?—Le dijo. Asintió en silencio
Se notaba cierta turbación interior, pero sus ganas de conocer aquella gran ciudad, la incitaba a la aventura de hacerlo.
Comiendo, comenzaron a conversar sobre la cantidad de vientres que comprarían para comenzar y que características tendrían, que raza escoger, esas preguntas eran las mas frecuentes, para todo, tenía Manuel una respuesta certera.
--Primero debemos trazar el objetivo a cubrir -- Le dijo.
--¿Que es lo que vamos a hacer en el campo?, si es tambo, si es cría o invernada, o en su defecto las dos ultimas opciones juntas, dijo Manuel, para cada alternativa, se requiere una metodología distinta,¿Me entiende?—Preguntó entusiasmado --Pero para eso tenemos tiempo, en lo inmediato, debemos preservar el pasto que será el alimento de reserva cortaremos y enrollaremos 200 hectáreas , que si el suelo conserva la humedad y no vienen heladas tempranas, en 40 días estarán para recibir hacienda otra vez, pero nuestra reserva de rollos ya estará preservada, mientras traemos las vacas, arreglaremos los alambrados en todos lo potreros. ¿Que le parece?--
No pudiendo refutar nada, una por desconocimiento del tema y otra porque en su cabeza tenía todos los pasos alternativos cubiertos, asintió calurosamente y le dio plenos poderes para que encare la estrategia de ataque.
Al no saber que es cortar y enrollar el pasto, le pidió que se lo explique, le dio una acabada noción del procedimiento
--¿Vio que el campo tiene un pastizal en toda su extensión que llega a los cincuenta centímetros de alto? Ese pasto se llama cebadilla y es una muy buena forrajera natural
--Si – Dijo Tomas como si supiera.
--Pues aquí hay gente que pagándole un porcentaje en pasto o en efectivo, realiza el trabajo, se lo corta y se lo orea para luego hacer con ellos un rollo con el que se puede mantener a galpón o directamente se deja en los potreros, para que en épocas de sequía la hacienda tenga asegurado el sustento para ser negociadas sin perdidas de kilos es decir se cambia kilos de pasto barato por kilos de carne, y la hacienda buena vale, Tomas.
--¿Cuantas cabezas debemos comprar, Manuel para poblar esas cien hectáreas de pasto que no cortaremos?
--Podemos comenzar como pensamos antes, con cien vientres de preñez certificada y otras cien flacas, para engordar—Dijo
--¿Tiene idea del valor de esos vientres?—lo urgió
--No Tomas, eso depende siempre de la oferta y la demanda, la raza y la calidad –Dijo el hombre
--Puta carajo, pensé que me salvaría de los avatares del mercado viniendo al campo, pero no es así —Terminaron de comer y cada vez mas preguntas salían de su boca, Tan grande era el conocimiento de ese hombre sabio en las tareas rurales, que abarcaban desde la estrategia financiera hasta las tácticas de manejo de suelos, ganados y recursos. Cuando se levantaron de la mesa le dijo,
--Aquí esta el gerente del Banco que lo quiere conocer, ¿Se lo presento?—Preguntó
--Por supuesto Manuel—Dijo y salieron rumbo a la barra donde el pulcro señor de traje y corbata los miraba con atención.
--Mucho gusto, señor, me llamo Tomas Escurra, y soy el propietario de La Casona de la Glorieta , espero que pueda contarme como cliente del Banco— Exclamó jovialmente.
--Sebastian Cepeda a sus órdenes, a eso he venido, caballero ando de pesca —Y su risa simpática atronó el recinto. Se dieron la mano y juntos tomaron el café con ginebra. Hecho lo cual, Tomas quiso pagar y el banquero se opuso, de ninguna manera, hoy es huésped del Banco, amigo. Sin más saludó a todos familiarmente y se marchó. Acompañó a Manuel una cuadra y se fue a dormir feliz.
A las cinco y media unos suaves golpecitos en la puerta lo despertaron,
--Arriba Tomas --escuchó, se levantó con la música de esa voz apagada en un susurro, se duchó rápidamente, se vistió y salió al fresco de la mañana, estaba fría, pero agradable, fue al bar donde le esperaba Delia con un café con leche caliente y pan fresco, lo engulló con ganas y salieron para la capital.
Cubrieron a buena velocidad los 25 kilómetros hasta Navarro donde cargaron combustible, el camino de tierra estaba bueno y parejo, ya estaba amaneciendo cuando reiniciaron la marcha, la ruta a esa hora está despejada, sobre las banquinas una enorme cantidad de cuises daba buena cuenta del alimento que dejaban caer los camiones que transportan cereal y que durante todo el día transitaban la ruta llevando la riqueza de ese feraz suelo Bonaerense.
Quiso pedirle disculpas por haber prendido su infaltable cigarrillo de las mañanas, pero ella se había dormido, al subir a la autopista en Merlo, despertó sobresaltada y le pregunto:
--¿Donde estamos? –
--En Merlo—le dijo y prosiguió-- Esta autopista nos llevara en 25 minutos a mi casa, allí dejaremos el auto para que podamos movernos con mas rapidez— El comentario no la satisfizo del todo
--Y realizar nuestros trámites – Prosiguió Tomas
--Bueno, yo no conozco nada, ¿que puedo opinar?—Le dijo resentida por su ignorancia.
A partir de allí, no hizo otra cosa que mirarse en el espejo y maquillarse.
Llegaron a la casa, ella se sorprendió por el fantástico parecido con la casona del campo, solo difería
En que aquí, había una entrada de autos al frente, en el campo el garaje estaba atrás, lo demás era idéntico, construido con los mismos planos por el mismo arquitecto y personal.
Entraron y preguntó a bocajarro.
--¿Vive solo aquí? –
--Así es—asintió –agregando –con Martina.
--Desde la muerte de mi familia ella y yo vivimos solos aquí— Le dijo.
--Martina, la ama de llaves y amiga, me acompaña y me cuida, ahora esta en Tucumán, visitando sus hermanos, de vacaciones –Y agregó entre dientes.
--Extrañarla tanto, me impulso a ir a Las Marianas en busca de mi pasado
Le parecía mentira que viviendo en una casa hermosa en pleno barrio de Belgrano, quisiera exiliarse en el campo y así se lo hizo saber.
--Toma asiento —la invitó
--Sabes Delia, cada ser humano vive, o deja transcurrir su vida, en un lugar que a veces escoge y otras no, ahora estoy en un tiempo de cambio, y sereno, escogí mi lugar para vivir y desarrollarme como ser humano—Vio que sus palabras le llegaban a lo profundo porque lo instó a proseguir.
—Ese lugar es Las Marianas y la casona--
--Ay, Tomas—Le dijo --¡Esta casa es tan bella!; dejar esta ciudad por Las Marianas—No le entraba en su cabeza la elección para ella desacertada, pero no insistió.
--Me voy a recorrer la casa, ¿Puedo?—Y sin esperar respuesta comenzó su exploración. La acompañó en silencio. Al cabo, le preguntó ¿Que piensa hacer con esta casa?—le respondió
--La venderé compraré un departamento y el resto del dinero lo invertiré en el campo—Se le iluminó el rostro en esa tan conocida sonrisa y le dijo.
--Tomas, ya tengo resuelto el tema de la decoración de la casona—Sus palabras se atropellaban para salir, tanto era su entusiasmo.
--Ya que vas a vender esta casa, traslademos los cortinados y el mobiliario a la casona—Lo tuteó agregando.
--¿No es una buena idea?—
--Delia—Le dijo no queriendo hacer estallar su castillo de arena—El costo del traslado no justifica llevar estas cosas viejas al campo, ¿no te parece?—Ella insistió.
--Pero, Tomas la calidad de estos tapices y cortinados nunca la podes conseguir ahora, son hermosos, además están hechos y los barrales son de las mismas medidas que los requeridos para la casona y los muebles son bellísimos, ¿No tienes que llevar un camión para don Manuel?—Sus argumentos desarmaron los de él, ella tenía razón.
Observé que ya eran las nueve de la mañana, ya se encontrarían los gerentes en la empresa.
Llamó a Lombardo su segundo al mando y le encomendó que tramitara la compra de un camión liviano, Mercedes Benz 912 nuevo, para su uso particular y lo inventariara como de uso propio, le dijo que esta actividad requería prioridad uno en su tarea, el camión debía ser puesto a su disposición en el día de hoy, le indicó que lo llamara al teléfono una vez conseguido ese objetivo.
No muy convencido aún, le repreguntó sobre el tema una vez más.
--¿Estas segura de que estas viejas cortinas servirán?—Le preguntó con una sonrisa; me respondió haciendo un mohín de contrariedad.
--Tomas tu me dijiste que dispusiera y he dispuesto eso, de aquí no me voy sin estos tesoros—Su irrefutable firmeza lo convenció definitivamente.
--Sea -- le dijo—Pero con una condición— Curiosa preguntó.
--¿A ver cual seria esa condición?—Su seriedad no dejaba lugar a dudas, sobre su personalidad.
--En realidad eran dos, pero la primera esta cumplida, era que me tutearas, me siento viejo al lado de una mujer tan bella que me trata como si fuera un anciano—sonrió.
--La segunda, que te pongas esa ropita que trajiste en la maleta y me acompañes a recorrer la ciudad y a almorzar, puesto que otros están haciendo lo que debíamos hacer nosotros—le mintió
--Permiso—Dijo tomó su maleta y se retiró, Tomas cambió su ropa y esperó pensando en como el simple impulso inicial, había desencadenado una serie de cambios en su vida y en la vida de varias personas, le pidió a Dios que le ayude a merecer el nombre de su padre, estaba en esos pensamientos cuando ella apareció.
Se había arreglado con un gusto exquisito un trajecito color marfil sobre una blusa un tono mas oscuro y unos zapatitos marrón clarito con taco, todo perfectamente equilibrado, realzaban su innata distinción, unos pendientes dorados, coqueta, dio una exagerada vuelta sobre si y abriendo los brazos con las palmas de las manos hacia arriba le preguntó.
--¿Que tal?, ¿No te sentirás mal saliendo a la calle con una paisanita de Las Marianas?—su voz sonaba distendida y locuaz
Como si no hiciera caso a la impresión que le causó le dijo.
--Ahora te toca a vos imponer la condición, Delia—ella negó con la cabeza, frunciendo los labios en ese encantador mohín tan peculiar, replicó.
--Ya habrá tiempo para eso, quiero que me lleves a conocer ese mundo tuyo del que quieres huir—Le dijo y salieron caminando por Maure hacia Cabildo, extasiada no perdía detalles de la ciudad que a él lo sofocaba y a ella le causaba tan bella impresión.
Cuando llegaron a Cabildo le dijo tomemos un taxi, se negó rotundamente diciéndole burlona:
--Recuerda que ya no tenemos que hacer nada, que otros lo están haciendo por nosotros y que el verdadero motivo por el cual me trajiste, está resuelto—
Fuimos hacia Juramento y la invitó a viajar en subte, como nunca lo había hecho, aceptó y le pareció aburrido e incomodo.
Bajaron en Catedral, cruzaron la Plaza de Mayo en diagonal, ella miraba con deleite los edificios históricos que la bordeaban la Casa de Gobierno, El Cabildo y la Catedral le llamaron la atención y no se cansaba de preguntar, al cruzar Madero, él la tomó de la mano desde ahí nunca mas la soltó.
Hacia cinco horas que estaban solos, desde que salieron del pueblo buscaba la forma de acercarse a ella sin provocarle inquietud, y allí caminando distendidos parecían dos turistas enamorados descubriendo los misterios de esa enorme ciudad que no los incluía entre su gente, pero ejercía magnetismo sobre ella.
Así, transportado a esa instancia de tiempo y espacio, realmente se sentía ajeno a este lugar tan caminado por el en todas las direcciones y estaba mostrándole sus íntimos secretos, aquellos que no supo ver nunca por el apuro de vivir las urgencias. Seguían tomados de la mano.
Le mostró Puerto Madero de punta a punta, él poco acostumbrado a caminar, estaba cansado y hambriento, ella lozana y fresca como si nunca hubiera dado un paso, le propuso ir a comer en uno de los restaurantes que allí abundan.
--Si, me encantaría—dijo Delia con aire distraído —Pero faltan los barcos dijiste que me los mostrarías —Dijo quejosa, debieron caminar unas cuadras mas y allí estaban esos barcos que a ella le parecían tan bellos y misteriosos.
Escogió el mejor restaurante y se dió cuenta que esa hermosa mujer, no disfrutaba del lujo ni de la pegajosa obsecuencia del maitre y del personal, sino de la simple presencia de la persona que la hacia estar cómoda, su felicidad no tenía límites y el, se debatía en una lucha interior que le indicaba el largo tiempo viviendo vacío, lleno de dinero, pero con el alma vestida de harapos. La miró con ternura, y su sonrisa lo rescató de entre las ruinas de su pasado, charlaron largamente de la niñez de la ambos, transcurridas en el mismo pueblo en épocas disímiles, tan abstraídos estaban que se habían olvidado del tiempo, sonó el celular, era Lombardo que le decía que lo del camión nuevo no era posible, pero que él debería recordar quizá, que la empresa sacaba a la venta los vehículos de planta que no se necesitaba mas, entre ellos había un camión de las características requeridas por él, pero de un modelo anterior, que si quería podía disponer inmediatamente de el.
Le dijo que si, le dio la dirección de su casa y le pidió que en dos horas estuvieran allí con cuatro hombres para cargar mobiliario y cortó.
--Tomemos el postre tranquilos y vamos a la casa—Le dijo --En dos horas estaremos poniendo en marcha tu locura de trasladar esos vejestorios a la Casona —Dijo entusiasmado, ella no cabía en si de alegría.
Tomaron un coche y en media hora estuvieron en Belgrano, ella de inmediato se cambio de ropa y con su jean y zapatillas, comenzó a descolgar los cortinados, Le pidió un destornillador para quitar los barrales y sus soportes, esa tarea le correspondió a él,
Estaban terminando esa actividad cuando sonó el timbre, era el camión con la gente, de inmediato envolvieron los muebles con las frazadas de las camas y acomodaron con maestría las cosas de la mudanza en el espacioso camión, los bultos que contenían los cortinados fueron colocados después, cerraron la casa y tras darles la dirección, partieron.
A las siete de la tarde, estaban en la puerta del hotel, se separaron sintiendo una corriente de cálido acercamiento.
--Gracias Tomas por hacerme tan feliz este día --Le dijo sonriendo tímidamente y bajo del auto, antes de entrar, se volvió y lo saludó con la mano baja, como temiendo que la vean, puso primera y fue a lo de Manuel.
--Hola amigo—le dijo agregando— Venga que quiero mostrarle algo --Su aire misterioso lo intranquilizó, pero no dijo nada. Tomaron el camino de Navarro, al cruzar el paso a nivel paró con la trompa del auto hacia el este, ya la noche se hacia dueña y señora del campo. A lo lejos, los potentes faros de un vehículo alumbraban la irregular superficie del camino de tierra que tomaran en la mañana rumbo a Buenos Aires con Delia, a los pocos minutos estuvo junto a ellos.
--Este es su famoso camión, Manuel ¿le gusta?—pregunté
--Es hermoso, Tomas, no tenía por que ser nuevo—Lo amonestó
--¿Se le anima?—
--¡¡Que no me voy a animar!!—Respondió agregando --He domado potros malos ¿no me le voy a animar a una maquina?— Sonreía agradecido.
--Usted es un hombre de palabra, gracias amigo – Su voz lo decía todo y la elocuencia de su franca mirada le sirvió de ejemplo.
Tomas llevó a la gente al hotel, entraron el camión por consejo de Carlos y los peones fueron a sus habitaciones, El a la suya pronto se encontramos en el comedor sentados a la mesa, Delia estaba ataviada con su atuendo habitual atendía con diligencia a los clientes, la llamó con un imperceptible ademán y le pidió la comida, estaba famélico, ella les sirvió rápido casi siempre mirándolo a los ojos consciente del estrago que había hecho a este corazón desacostumbrado a esos sentimientos, su padre vigilaba atento desde su atalaya detrás del mostrador y Tommy, era un hombre feliz
Cuando se despidieron los peones para descansar, se acercó a la barra para tomar su cafecito
--¿A que hora debo estar en la casona, Tomas?—dijo Delia distraídamente.
--Cuando bajemos los muebles y los dispongamos en cada habitación como fue tu decisión vendré a buscarlas—agregando de inmediato, --Maria también vendrá para ayudarte—Le explicó
--Pero es un trabajo que puedo hacer sola, -- Protestó
--Lo se, pero así será—Su tono imperativo no dio lugar a réplicas, habiendo tomado la primera decisión del día, se retiró saludando a los pocos presentes.
Al otro día. La Casona de la glorieta volvió a ser lo que antes fue.-
Fin de la plantilla del capitulo primero sujeto a revisión sintáctica y ortográfica