Llegaste una tarde
sin que te llamara
Sigilosamente
llamaste a mi puerta
Y entraste en mi alma
como una miriada
de colores nuevos
Que desenfrenados
quebraron mi calma
Te soñé mil veces
mi luna embrujada
Radiante y serena
oh, brillante disco
de luces prestadas
Hasta que una tarde de octubre
dijiste
el viernes te espero
vení,
hasta mañana.
Tu voz melodiosa
sonó avergonzada
Mire tus rubores sin verlos, amada
Y me fui de un salto
cerca de tu casa.
Desandamos juntos
las vidas pasadas
Fuimos dos poetas
Desplegando alas
Cantando la historia
Con letras y galas
Fuimos dos estrellas
En la obra soñada
Y nos despedimos
Amada del alma
Con dolores nuevos
Y prestancia queda
Porque tu, mi luna de plata
quedabas
prendida del cielo
de tu Avellaneda.
Aldo Luis Díaz
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